El arte que internacionalizó la imagen de Music Brokers
Federico Dell Albani, Director de Arte de Music Brokers, fue el creador de las tapas de discos que hicieron historia en Argentina y en el mundo.
Federico Dell Albani tiene dos récords en su carrera: es uno de los directores de arte que más tapas de discos hizo para una misma discográfica; y… sin duda uno de los más talentosos. Lleva 20 años trabajando en Music Brokers. Su trabajo empezó en un momento clave, justo cuando la compañía se lanzaba como una multinacional y necesitaba transformar la imagen de todos sus productos.
Dell Albani venía de Artear, una gran empresa; Canal 13, con más de 600 empleados, y aceptó sumarse a la aventura que le proponía Federico Scialabba, CEO de esa nueva discográfica llamada Music Brokers.
“En esa época, la empresa estaba en un momento de crecimiento comercial, pero nos faltaba ese toque que nos permitiera competir no solo en Argentina sino en el mundo”, comenta Federico Scialabba, CEO de Music Brokers. Conocía a Dell Albani en Canal 13 porque en mis épocas de MCA habíamos hecho un disco con música de películas junto a ese canal de TV. Para cerrar nuestro acuerdo, Walter Sequeira, gerente del departamento fílmico de Artear, había puesto como condición que el diseño lo hiciera el diseñador del canal. Cuando nos reunimos dos semanas después de haber hablado con él, Dell Albani había hecho algo extraordinario: un diseño con la edición de todas las escenas que correspondían a las bandas sonoras de las películas elegidas. Ahí nos dimos cuenta de que era un talento único, así que le propusimos trabajar free lance con nosotros. Hizo algunos artes muy vendedores, entre ellos el de “Los 100 mejores lentos de la historia”, y unos años más tarde lo tentamos para que se sumara full time al equipo. Pero era como comprar el pase de un crack de fútbol y él tenía que dejar una posición segura en una empresa grande como Canal 13 para embarcarse en una aventura”.
En esta entrevista, Federico Dell Albani relata en primera persona cómo fueron aquellos primeros años en Music Brokers y cómo pasó de ser una discográfica independiente a convertirse en una compañía multinacional.
¿Qué fue lo primero que hiciste en la empresa?
Me convocaron para que le diera una estética más internacional a las tapas de los discos. Mi ingreso en la compañía coincidió con el momento en que Music Brokers decidió poner un pie fuerte en el exterior. Federico Scialabba miraba mucho lo que se hacía fuera del país y sabía que para exportar y tener éxito tenía que mejorar la imagen. Así que, en paralelo a producir las tapas de los nuevos lanzamientos, nos propusimos revisar todo el catálogo y fui rediseñando uno a uno todos los discos que ya habían lanzado.
¿Y cuántos eran?
No me acuerdo el número exacto, pero eran muchos. Hay que pensar que en esa época, año 2003, la mayoría de las discográficas argentinas estaban quebradas o por quebrar, y Music Brokers había encontrado un nicho específico y muy particular, y no paraba de producir. Así que, crear una imagen nueva para casi todo el catálogo llevó varios meses de trabajo, prácticamente un año.
¿Ya habías trabajado en música antes de comenzar con Music Brokers?
Mi experiencia con la música arrancó con Music Brokers, pero la compañía era una máquina de producir discos. Funcionaba a tal velocidad que rápidamente me puse en carrera. Hice un master acelerado. Empezamos con discos dobles, después las colecciones triples y fuimos probando alternativas de formatos acá y en el resto del mundo. Y como la demanda era tan grande tuvimos que empezar a contratar gente. Y ahí se inició una etapa creativa de la empresa en la que nos agrandamos porque todo lo que hacíamos funcionaba. Hacíamos dobles, los lanzábamos y vendían, hacíamos colecciones y vendían, hacíamos triples y vendían. El mercado nos retroalimentaba permanentemente y nosotros no parábamos.
¿Cómo se tomaban las decisiones con respecto al arte de los discos?
Trabajábamos en equipo. Federico Scialabba se involucraba mucho con el diseño de las tapas. Opinaba, tiraba ideas, eran idas y vueltas constantes. Nos quedábamos hasta tarde en la oficina intentando que cada tapa fuera mejor que la anterior. Me acuerdo que llevábamos varios meses trabajando cuando para uno de los lanzamientos me encontré debatiendo con Scialabba sobre el color de fondo de una tapa, hasta que me di cuenta por sus comentarios que veía algo distinto, algo que no era como él lo veía. Le pregunté si me estaba cargando y me miró extrañado. Esa noche me enteré, después de meses de trabajar juntos, que el tipo que opinaba y muchas veces acertaba con las decisiones de las tapas era daltónico.
¿Y con todo lo que producían junto a Federico Scialabba había tiempo suficiente para dedicar a cada lanzamiento?
Había pasión, éramos jóvenes y trabajábamos muchas horas todos los días. Era muy divertido, esforzado sí, pero lo pasábamos muy bien. Todo era mucho más artesanal. Lo que usabas de internet era acotado, ir a un banco de imágenes digitales implicaba literalmente ir a un lugar, pedir las imágenes y traerlas. Los archivos tenían que ser livianos, todo era más limitado. Producíamos las fotos de las tapas de los discos con modelos, luces, fondos, y los fotógrafos que hacían sesiones interminables para lograr lo que queríamos.
¿Bossa N’ Stones fue el primer gran éxito?
Si, fue uno de los grandes éxitos y la tapa sumó porque era bastante innovadora para la época. La producción fotográfica con la modelo Débora Bello se hizo completa, no hay elementos superpuestos. Quiero decir; la bikini de la foto la mandamos a hacer y era de jean como se ve en la imagen, el único agregado que tiene por fuera es el cierre. La caipirinha que sostiene en la mano es real, la hicimos durante la sesión y después, claro, terminamos tomando y todos entonados. Cuando tuvimos la foto nos pasamos una noche entera trabajando hasta conseguir la tapa perfecta para el álbum. Y salió bastante buena porque fue nominada a mejor tapa del año 2005.
¿La foto de Bossa N’ Stones es la tapa del libro The Bikini Book?
La anécdota de cómo llegó nuestra foto a la tapa de ese libro es graciosa. Estábamos en una de nuestras trasnoches en la oficina, Scialabba y yo. De pronto suena el teléfono, ya no quedaba nadie más, y Federico me dice: “Atendé que es el llamado del millón”. Cuando atendí me empezaron a hablar en inglés. Me preguntaban si la foto del disco era nuestra. En cuanto se dio cuenta de cómo venía la mano, le pasé la llamada a Scialabba y quedaron en hablar al día siguiente. Terminamos licenciando la foto a esta editorial, se llama Assouline, que publica libros objeto. Una editorial al estilo Taschen. Y ahí salió nuestra famosa foto en la portada del libro y en una doble página gigante en el interior.
¿Y cómo fue el trabajo de arte posterior con la digitalización general del catálogo?
Fue un proceso paulatino, no hubo un cambio drástico. De a poco fuimos fusionando los productos físicos con los digitales. Al principio era solamente adaptar el formato. En ese momento, Spotify no usaba tapas en alta resolución como hoy, así que había que adaptarlas. Y así, el catálogo empezó a vivir su trayecto digital pero yo seguía alimentando el producto físico en todos los países. No era diseñar solo para Argentina, había que producir el arte de tapas, contratapas, legales; para Brasil, Chile, México, países de Europa. Se modificaba la información, mandábamos el arte a distintas fábricas, porque ya no hacíamos todo acá. Era muchísimo trabajo, y también producíamos DVD de películas, videojuegos, y todo se diseñaba internamente.
¿Y hoy diseñar producto físico o digital es muy diferente?
Cada mercado tiene su lógica, pero más allá de lo conceptual, el producto físico requiere otra producción, te exige una tapa, un dorso, un interior, son muchos más detalles.
Con tantos discos ¿todavía se te ocurren ideas innovadoras? ¿En qué te inspiras?
El desafío es diario, porque hago 10 tapas digitales a la semana, a veces 15, y trato de no repetirme. Con la cantidad de tapas que hice en mi vida, debo tener el récord Guinness de tapas de discos, más las tapas de los vinilos y los libros. Debo ser el diseñador más prolífico de la historia, ja. Fuera de broma, no creo que haya un tipo que tenga la cantidad de tapas que tengo yo para una sola compañía.
¿Cuál fue el mayor desafío en todos estos años?
Hubo varios, pero creo que la colección Many Faces fue lo mejor que hice y es la colección que más trabajo requirió. Fueron los álbumes que me exigieron replantear mis conceptos con respecto al arte para las portadas. Era un trabajo complejo. En cada lanzamiento tuve que cambiar de plano mi manera de diseñar. Tenía que encontrar la manera de presentar, por ejemplo, un álbum de Pink Floyd que tuviera la estética de la banda, que pudiera ser asociado rápidamente con la banda, pero sin copiar ninguna de las tapas que ya estaban en el mercado. Tenía que captar el espíritu de la música, y en algunos casos hasta el espíritu de la época, pero sin replicar otros diseños. Era un desafío enorme. Todavía sigue siendo un desafío, porque cada año seguimos produciendo álbumes de la colección. Ahí me topé con el reto de romper mi propio diseño, y para lograrlo me inspiré en grandes estudios que habían hecho diseños emblemáticos, uno de ellos es Hipgnosis. Buscaba tipografías, me volvía loco. Many Faces fue un punto de inflexión que posicionó a Music Brokers, la única compañía independiente multinacional latinoamericana, con un foco especial en la historia del rock, y después esto se amplió al pop y a otros géneros.
¿Te aburriste de diseñar discos?
No, de hecho es lo que me gustaría seguir haciendo el resto de mi vida.
Music Brokers
MB Entertainment Business Group
Federico Scialabba